martes, 16 de octubre de 2007

Jack London (1876 – 1916)

Por Carolina Alonso


La narrativa de Jack London no nos deja indiferentes; ante sus relatos podemos experimentar dolor, asombro, desagrado, horror, alivio, miedo… Sus textos nos afectan. En esa medida, su obra cumple con la misión fundamental de la literatura y del arte: conmover. Quizás se deba a que en su narrativa, los personajes y las acciones obedecen a una lógica distinta a la nuestra; la ley natural, que nosotros denominamos salvaje, somete a todos los que participan en estas historias, esta fuerza primaria nos asombra y nos inquieta. Pero también hay relatos donde la ambición y las cegueras humanas producen mayor devastación que la naturaleza; ante estas historias, el dolor y el desencanto dejan grabados en nuestra memoria a los personajes y sus dramas.

Jack London un personaje fascinante y contradictorio

Nació el12 de enero de 1876, San Francisco, California, Estados Unidos. No es posible separar la vida de este escritor de su obra, no sólo porque la influencia de sus propias vivencias es innegable, sino porque Jack London se empeñó en construirse a sí mismo como un personaje, tan fascinante como todos los héroes que desfilan por su narrativa. Aventurero, hombre de acción, navegante, buscador permanente, rebelde, contradictorio y misterioso: más de 20 biografías confirman la fuerza de su personalidad y la fascinación que despierta el carácter de este hombre. Aunque no es el protagonista de todos sus relatos, sí son sus experiencias las que dan el sustrato a su obra. Una de sus mejores novelas, Martín Edén (1909), sí es un relato autobiográfico de
iniciación, más adelante escribirá John Barleycorn, memorias alcoholicas (193), donde hará un autorretrato de su decadencia, donde paradójicamente justifica el alcoholismo como una muestra de hombría, no como una adicción a la que él estuviera sometido.
No resulta posible encasillar a Jack London en algún estereotipo del escritor convencional; es más, la escritura parece ser una más de las aventuras que
emprendió, no la determinante. Incluso en algunas declaraciones se refiere a la escritura como un oficio que le es odioso, pero necesario: escribe como si cumpliera una condena.

La vida de Jack London (John Griffith London) está marcada por los viajes: Es hijo de un astrólogo ambulante, un gitano enamoradizo e irresponsable, que vivió durante un año (1874 – 1875) con su madre, Flora Wellman. El apellido “London” se lo da John London, quien se casó con Flora cuando Jack tenía un año de edad. Podemos pensar que la sangre gitana que corre por sus venas, lo impulsará a mantenerse en movimiento. Mas la vida con su madre y con John tampoco es muy estable: debido a las dificultades para encontrar trabajo, se mudan incontables veces durante la infancia de Jack, hasta que comenzando su adolescencia se establecen en Oakland, en la bahía de San Francisco. Aunque no se puede decir que la familia London fuera pobre, sí tenían dificultades económicas; esta situación determinará el carácter neurótico y supersticioso de Flora que tratará a su hijo de forma déspota, algunos biógrafos aseguran que la presencia de Jack le recordaba a su madre un tipo de vida que ella quería olvidar. A los 13 años, London abandona los estudios porque su padre está incapacitado y debe trabajar: lo hace en jornadas de más de doce horas en una fábrica de cartón. Posteriormente, se vincula a una pandilla del puerto, comienza a beber y comete crímenes menores hasta que sufre un accidente y siente, como lo dice en su autobiografía, el impulso de abandonarse, de morir; es rescatado por un pescador. Se incorpora a una patrulla del puerto que controla la pesca ilegal. A los 17, parte en un buque dedicado a la captura de focas hacia el Pacífico Norte. Regresa para trabajar nuevamente en una fábrica, de la que renuncia para marchar hacia Washington. No tiene convicción, pero la aventura le atrae, abandona la marcha y recorre varias ciudades del Este. A su regreso, en 1897, San Francisco está contagiada de la fiebre del oro, la última, que tenía como destino Alaska. London se embarca una vez más hacia el norte, pero su excursión no le trae riquezas, aunque le brinda material para sus mejores relatos. A su regreso, envía un relato a un concurso y gana sus primeros 25 dólares; decide que va a ser escritor. Con terquedad y disciplina, escribe y manda sus relatos a diversos periódicos hasta que consigue que se los compren. La escritura se convierte en su trabajo, en su fuente de ingresos. Como corresponsal, viaja a Londres, allí escribe La llamada de lo salvaje (1903) y se hace famoso. En 1904 aparece su segundo éxito Lobo de mar, y con sus ingresos materializa un deseo: compra un rancho, en el que invertirá sus energías y su dinero de allí en adelante. El talón de hierro (1908), Martín Eden y Colmillo Blanco (1906) harán de Jack London un escritor inolvidable; sin embargo, otras actividades del escritor parecen servirle como propaganda: como socialista, hará giras por el país pronunciando discursos entusiastas de tono apocalíptico, y aparecerá en los periódicos como una figura polémica. Su vida y su obra pronto comenzarán a deteriorarse; incluso pagará a un joven escritor por argumentos (Sinclair Lewis, primer premio Nobel de Literatura norteamericano). Emprenderá un viaje por los mares del sur, en su propia goleta, y los nuevos paisajes exuberantes serán los escenarios de sus últimos relatos. Jack London se casó dos veces y tuvo dos hijas, escribió más de 20 novelas cortas y cerca de 100 cuentos, también escribió reportajes, discursos, ensayos y comentarios, invirtió todo su dinero en su rancho y en su embarcación. A los cuarenta años, el 22 de noviembre de 1916, tomó una sobredosis de morfina (había sustituido el alcohol por las drogas para controlar el dolor) que, tras 12 horas de agonía, le produjo la muerte.


La narrativa breve de Jack London

El estilo:

Herencia de la narración oral: agilidad, tensión, primacía de la acción, descripciones nítidas, selección adecuada de acontecimientos nucleares, finales contundentes, preferencia por lo extraordinario sin preocupación por la verosimilitud, no hay profundización psicológica porque prima lo instintivo y las pasiones (de ahí su carácter trágico) sobre la razón o las emociones, sus relatos carecen de humor, aunque encontremos en algunos ironía cruel.

Los temas:

· Pugna salvaje entre los hombres y un universo imprevisible e implacable que desea reducirlo. La ley natural, la supremacía del más fuerte.
· Lucha por la vida. La crueldad de la vida.
· El viaje de transformación. El perpetuo nomadismo. El descenso al infierno. La búsqueda del tesoro.
· Los últimos momentos de la vida, de cara a la muerte, cuando se recobra la dignidad.
· La injusticia social y la forma como los hombres se consumen bajo un poder arbitrario y absoluto.
· El orgullo de los hombres que les conduce a la desgracia (hybris).

Los personajes:

La bestialidad es lo que hace héroes a estos personajes; su regreso a lo primario salvaje es lo que les permite sobrevivir.
· Tanto humanos como animales, los personajes de London no son héroes en el sentido épico tradicional, tienen coraje, son valientes y obedecen las leyes de la naturaleza, no tienen preceptos morales que los puedan conducir al sacrificio ni a esperar que otros se sacrifiquen por ellos: se trata de matar o morir.
· Se aferran a la vida con tanta intensidad y terquedad que resultan fascinantes. Recurren a lo que sea para
sobrevivir.
· Enfrentados a la muerte, recuperan la conciencia y adquieren una lucidez que les muestra que la vida es más cruel que la muerte. En varios relatos, los personajes son conscientes de la cercanía de la muerte y tienen tiempo de
reflexionar. Se entregan dignamente a la muerte porque su rendición ha sido precedida por el máximo esfuerzo.
· Son solitarios, no crean vínculos porque los vínculos constituyen
debilidad.
· Ambiciosos, aventureros, rudos: estos son personajes rodeados de naturaleza.
· Acabados, derrotados, desesperanzados y consumidos: estos personajes están sometidos a los sistemas de producción, viven en una selva urbana que no deja alternativa porque los enemigos son
invisibles.

Los espacios:

Nuevas fronteras donde sea posible el heroísmo.
· Lugares extremos, que exigen del hombre todo y castigan arbitrariamente y sin piedad el mínimo error.
· Parajes solitarios, inmensos que producen tanto la revelación mística como la locura.
· Cuando se trata de la naturaleza, los espacios parecen defenderse de la intromisión destructiva de los hombres.
· Los espacios urbanos, las fábricas, el ring, son opresivos, oscuros, cárceles disfrazadas, espacios kafkianos que amilanan a los hombres.

Desinstalarnos, descolocarnos, para que veamos la vida desde otra perspectiva.

El tema de la iniciación va a ser tratado de manera simbólica en sus más famosas novelas: Colmillo Blanco (aunque en esta se da un proceso de domesticación) y La llamada de lo salvaje (que representa el retorno a la vida primaria, la liberación de la civilización). Pero en Martín Eden, nos cuenta su propio procesos de alejamiento del mundo familiar y las aventuras que lo convirtieron en el hombre que era.

Muchos escritores se refugian tras las páginas y son más espectadores que protagonistas de la vida; observadores, críticos, reflexivos… No JL.

Quizás esta relación con su madre determinó la ausencia de mujeres significativas en su narrativa. Si aparecen las mujeres, lo hacen como una carga, como una responsabilidad o una condena para los hombres.

La experiencia como trabajador infantil explotado la desarrolla en un cuento doloroso: El apóstata (1906)

Una de las primeras experiencias contradictorias; como más adelante lo será su ambición económica y su pertenencia al Partido Socialista.

A partir de este viaje de 7 meses, JL creará a un héroe rudo y cruel, el protagonista de Lobo de Mar, y también de uno de sus cuentos: Rumbo Oeste.

Y lo será durante toda la vida. Jack London llegó a recibir 75000 dólares anuales, fue uno de los escritores mejor pagados de la historia de la literatura norteamenricana.



Cuento: Amor a la vida, La hoguera, Finis, Rumbo Oeste.

Semejanza con los personajes de Horacio Quiroga.

Silencio Blanco

Cuentos: Por un buen bistec, El apóstata.

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